Escrito por: Mauricio Hernández M.
Hay un evento canon en el multiverso de la historia de la música (en general alv) que muy poca raza recuerda, un eslabón perdido.
Justo a principios del nuevo milenio y en épocas de Nu Metal, todo se había encasillado solamente a rapear sobre un riff metalero y ya, nadie sabía qué carajos hacer después de eso; hasta que un par de greñudos del Paso, Texas dejaban su prometedor proyecto de Post-Hardcore At The Drive In para formar otra banda en la que si pudieran hacer su chingada gana y satisfacer sus ambiciones creativas, por lo que en 2001 nace The Mars Volta, a cargo de la sociedad entre Cedric Bixler-Zavala y Omar Rodríguez López como cabezas del proyecto. Para su álbum debut, decidieron integrar al profesor Rick Rubin a la producción, algo de lo que la misma banda se arrepiente por que según ellos los limitaba en la idea original que querían plasmar, pero al chile aquí entre nos se sabe que estos chavos tenían una pequeña cuestión por ahí con las “dogas druras”, por lo que creo que al final el que sale ganando es el escucha.
Todo el material es propiamente un réquiem para honrar la memoria del mentor y amigo del dúo, Julio Venegas. Un artista de Cd. Juárez aficionado a drogarse un chingo para hacer todo tipo de arte (mmm me suena) solo que nuestro héroe lo llevó al siguiente nivel al hacerla de alquimista y probar una combinación de veneno para ratas con heroína (alv, un visionario) por lo que extrañamente cayó en coma durante una semana, solo para que momentos después de despertar, fuera a terminar con su vida al saltar de un puente en el Paso, Texas. (RIP INRI)
El álbum trata de relatar lo que pasó en la cabeza de Venegas durante su coma (de ahí el “Comatorium") por lo que mucho de su arte influye en la sonoridad de las grabaciones y la narrativa de la historia. Se supone que unos insectos que el mismo Venegas dibujaba un chingo (pero neta un chingo) llamados Tremulants cobran vida dentro de su cabeza cada que los dibujaba y poco a poco forman una sociedad, después reclaman al buen Julio para que sea su líder (estos insectos son los que lo orillan a hacer lo de la heroína y el suicidio) solo que en el Comatorium toma el nombre de Cerpin Taxt. De ahí lo llevan a un juicio donde lo condenan a un viaje psicodélico muuuy muy denso. La historia resulta difícil de explicar porque es como un episodio de Rick and Morty escrito por Lovecraft en ácido, por lo que la info anterior es un buen inicio para agarrar el pedo con la narrativa y crear tu propia visión de esta.
Musicalmente, los 10 tracks son puro pinche progresivo del bueno alv y no mamadas: hay patrones rítmicos que en tu perra vida vas a poder memorizar, estructuras para nada pop, una batería atascadísima e instrumentales de sintetizadores rarísimos, también trae aportes de John Frusciante y Flea de los RHCP (¿que más quieres maestrx?). Cedric es de ascendencia mexa y Omar es puertorriqueño (mi gente latino, diría JLO) por lo que se adaptan ritmos de mucha música latinoamericana en general, pero sobre todo en los riffs; algo que Omar hace increíblemente bien en la guitarra, regalándonos uno de los approaches más originales al instrumento por si me lo preguntaban.Las líricas se acomodan muy bien con las melodías y hacen más digerible la terminología toda extraña que maneja Cedric, puedes cantar sobre algo como Ectopic Shapeshifting Penance-Propulsion (wtf). Trae buenos hooks en todas partes, básicamente en toda la instrumentación del álbum a la ch.
Lo mejor de todo es que a pesar de toda esta complejidad lírica y musical, el resultado final no se siente pretencioso, simplemente porque son dos weyes bien locuaces, dolidos por lo de su compa haciendo catarsis a través de la música y a parte de eso, bajo la supervisión de un adulto (del profe Rick Rubin). Y así, sin saberlo esta banda dejó un documento firmado con instrucciones claras de lo que seguía para la música en el futuro.