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Imagina que te tomas una píldora que te hace las manos gigantes, como 50 veces el tamaño normal. Coges un pedazo de alguna tela fina, lino o algo así, de un kilómetro de largo. Tomas unas tijeras, gigantes también. Le haces un mini corte a la tela. Con cada mano coges un lado y comienzas a jalar, intentando que tus manos estén cada vez más alejadas una de la otra. La tela hace un sonido relajante al romperse. Esa sensación exactamente es la de ponerle play a mvb (2013).

 

Cuenta la leyenda que Loveless (1991) costó medio millón de dólares y dejó a Creation Records casi en bancarrota. La presión de sacar otro disco así de cabrón (probablemente para recuperar el varo) consumió a Kevin Shields y bla bla bla. Ya te sabes la historia. Seguramente has escuchado a más de un viejo decir que “ya no hacen rock como antes”, lo cual es cierto sólo en parte. Hoy en día no existen bandas relativamente nuevas que puedan hacer discos con ese presupuesto. Eso no significa que no haya bandas muy cabronas en la actualidad pero también me recuerda la vez que Billy Corgan me dijo: “Dame un millón de dólares y hago el disco que tú quieras”. Y sí. El valor artístico y cultural de esos álbumes sube y sube con los años porque son producto de un conjunto de circunstancias que difícilmente se repetirán. Pero aún existe gente que sí le pone cariño a las cosas. Todavía hay gente que se toma el tiempo. 

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Más de 20 años tardó en llegar mvb. De un lado de tu cabeza escuchas una distorsión que seguramente les dejó una tinnitus maldita. Del otro, una guitarra limpia como un piso recién trapeado. Rolas que no tienen la típica estructura coro-verso-coro. Puentes instrumentales muy largos y versos que no tienen una forma definida entre ellos. Esa música que te emputa por no poderle subir más el volumen. Qué lástima que tu pobre dispositivo/teléfono móvil tenga un tope de clics en la tecla “+”. Tal vez valdría la pena quedar sordo. Las percusiones suenan tan delicioso como untarle mantequilla a tu pan tostado mientras ves la nubecita de café recién hecho, como en las caricaturas. Los sintes son como un láser cortando vidrio con la más alta precisión. De pronto no sabes si escuchas a Biliinda Butcher o a tu mamá diciéndote que te extraña.

Escrito por: Francisco Carrera
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Ninguna persona que esté leyendo esto irá al espacio pero sí puede cerrar los ojos e imaginar cómo sería estar dentro de un traje de esos blancos con chingos de botones, broches y un casco enorme. Ver la tierra ahí abajo como si fuera una canica. La combinación de sonidos es inalcanzable para los mortales, con sonidos del inframundo y otros angelicales. Kevin Shields, un maestro de la Jazzmaster, produjo y mezcló. Esto suena cuando alguien empieza a ver un instrumento de formas poco convencionales. No sólo al jugar con los tonos y los efectos sino con la propia construcción de la guitarra. Jugar durante horas, tal vez durante días o semanas, hasta que algo sucede. 

 

mvb ya es un clásico. Una pared de sonido. 

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Ruido De Otros Días

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